Estetica contemporanea

Cuatro filósofos de finales del siglo XIX y fundamentos del siglo XX contribuyeron con sus respectivos pensamientos las destacadas influencias estéticas contemporáneas. En Francia, Henri Bergson definió la ciencia como el uso de la inteligencia para hacer un método de iconos que describa la realidad aunque en el mundo real la falsifique. El arte, no obstante, se basa en intuiciones, lo que es una aprehensión directa de la realidad no obstaculizada por el pensamiento. De este modo, el arte se abre trayecto mediante los iconos y convicciones convencionales sobre el hombre, la vida y la sociedad y enfrenta al individuo con la realidad misma. En Italia, el filósofo e historiador Benedetto Croce igualmente exaltó la intuición, pues sopesaba que era la conciencia inminente de un objeto que de algún modo representa la forma de ese objeto, esto es, la aprehensión de cosas en lugar de lo que uno refleje de ellas. Las obras de arte son la expresión, en forma material, de tales intuiciones; belleza y fealdad, sin embargo, no son rasgos de las obras de arte sino cualidades del espíritu expresadas por vía intuitiva en esa misma obra de arte. El filósofo de origen español Jorge Ruiz de Santayana razonó que en el momento en que uno recibe placer en una cosa, el placer puede considerarse como una cualidad de la cosa en sí misma, más que como una respuesta subjetiva de ella. No se puede caracterizar ningún acto humano como bueno en sí mismo, ni denominarlo bueno tan sólo porque se apruebe socialmente, ni puede decirse que algún objeto es bello, porque su color o su forma lleven a llamarlo bello. En su ensayo El sentido de la belleza (1896) sugirió novedosos argumentos para una consideración fundamentada del fenómeno estético. El pedagogo y filósofo americano John Dewey sopesaba la experiencia humana como inconexa, fragmentaria, llena de fundamentos sin conclusiones, o como experiencias manipuladas con claridad como medios dirigidos a cumplir fines concretos. Aquellas experiencias excepcionales, que fluyen desde sus orígenes hasta su consumación, son estéticas. La experiencia estética es placer por su propio interés, es completa e independiente y es final, no se limita a ser instrumental o a cumplir un propósito concreto.

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